LAGUNA DE SAN PEDRO
Buscaba una razón entre las arboledas,
un pensamiento que justificara
mis días laborables. Y encontré olor
a hoguera aventada, a tierra húmeda,
a despojada tregua. Buscaba una razón
y era materia quieta esa paz tan líquida,
estremecida sólo por la danza de los juncos
que se mecían al ritmo de las ondas del lago.
Allí, tocados por el polen memorioso
que un ángel dejara al rozarlos
con sus alas, allí estaban: el álamo
que sin voluntad transparentaba sus raíces
en el asfalto del camino, el leño
que crepitaba y ardía entregado al fuego
y el vapor que elevaba sigiloso
la condición del agua. No había allí
otra intención que la vida, otro cetro
que el que ocupaba la dicha saciándose
a sí misma. Miraba el lago
y yo era el lago, y se cumplía así
mi más secreta y apasionada
aspiración: ser agua.
Wednesday, December 27, 2006
Tuesday, December 19, 2006
Wednesday, December 06, 2006
MI INFANCIA EN AQUEL PARQUE
Mi figura helada y suspendida
entonces no sobresaltaba
todo el sueño atrasado que el mundo
dormía en aquel parque.
Cruzándolo vivía
el vía crucis de hojas otoñales,
y su ansia de rocío, de reposo.
Cuántas veces cogí, como amuleto contra el día
que me esperaba en el colegio,
las nervaduras de podridas hojas,
trenzadas con bellísimos cendales
donde quedaba aquello que robaba la soledad
al niño ajardinado y denso.
Me veía traslúcido,
las semillas tan claras
asentadas fuera de mí,
en el futuro, floreciendo.
Ah, recordarme así, inexplicable,
sumergido en íntimas boreales,
perdido, aventado en misterios,
sólo, embelesado, sólo,
otoñando casi constantemente,
con un fuego de nápalm en los labios,
y en los ojos, en las manos
un incendio.
Mi figura helada y suspendida
entonces no sobresaltaba
todo el sueño atrasado que el mundo
dormía en aquel parque.
Cruzándolo vivía
el vía crucis de hojas otoñales,
y su ansia de rocío, de reposo.
Cuántas veces cogí, como amuleto contra el día
que me esperaba en el colegio,
las nervaduras de podridas hojas,
trenzadas con bellísimos cendales
donde quedaba aquello que robaba la soledad
al niño ajardinado y denso.
Me veía traslúcido,
las semillas tan claras
asentadas fuera de mí,
en el futuro, floreciendo.
Ah, recordarme así, inexplicable,
sumergido en íntimas boreales,
perdido, aventado en misterios,
sólo, embelesado, sólo,
otoñando casi constantemente,
con un fuego de nápalm en los labios,
y en los ojos, en las manos
un incendio.
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