Friday, December 07, 2007



Entre dos nubes peina
el arpa de la luz los corazones
que ahora miran arriba y allí ven
la madrugada arpista pulsadora.

Para esto tenemos corazón,
para sentir muy dentro
el aire primoroso
que susurra al llegar otra mañana.

Los altos tornasoles, sus arpegios
profundos, serenísimos,
el algodón al vuelo del mirar
los está desgranando encariñado.

Allá en la lejanía, entre panales
translúcidos y aceites en remanso
donde rasga la púa del color,
he visto lo que queda de nosotros
cuando el ceñido apuro de vivir
se despasa un botón y respiramos.

No es esto respirar, es permitir
que el pulmón de los montes nos sature
de apaciguado aliento.

El día, cuando apunta
su eterna cortesía, labios claros,
nada dice de ahogos:
va abriendo las ventanas del espacio,
y con sus palmas limpias ha extendido
el mantel sin doblez del firmamento.
¿En qué casa se sirve tan fragante
de mieles y lavanda
con tanto amor al hombre el desayuno?
Tintinea en mi alma
la larga cucharilla del lucero.

Válenos, madre tierra,
cuida tú de estos niños que ahora llamas
a su dura jornada con un beso.


Este poema, titulado Madre Tierra, de Vicente Gallego, me deja transido. Su último libro, del que leyó los poemas en el recital de Cinco Poetas en Otoño, me parece una maravilla, una mezcla de San Juan de la Cruz, Rumí y Ibn Arabí en nuestro mundo. Se titula "Si temierais morir" y será publicado en enero. Y, no lo dudéis, será un hito; aunque me temo que muchos poetas de la experiencia y de la no experiencia, no sabrán apreciarlo.

Sunday, December 02, 2007

dos estelas
de aviones a reacción
entre ellas, nubes