
GOLONDRINAS DE CAUDETE
Y en la plenitud del silencio
los mensajes secretos que dejan en sus nidos
las golondrinas.
Ya de niño me preguntaba
a qué realidad
pertenecían, qué especie
de silencio redondo
confeccionaban con su pico,
qué vidrieras habían visto
y cómo era su vida en el aire indolente
que reposaba estático entre aquellos ábsides,
qué armonía forjaban las campanas
en sus oídos barnizados
de tiernos zureos.
Imaginaba sus peregrinajes
a las playas, la calidad allí
de su invernal silencio.
Y quería que se quedasen
bañando los caminos del colegio,
los senderos a las higueras,
la vereda hacia la Virgen.
Quería que fueran
la ternura de otras tardes como ésta:
un niño en el balcón, oro candente
que cae sobre la calle, olvidada de carros
y de juegos ingenuos,
y entonces
el repentino resplandor
de sus cuerpos lanzados,
agudo mágico de un órgano
entre el tedio infantil
de una siesta onerosa, interminable.
Y en la plenitud del silencio
los mensajes secretos que dejan en sus nidos
las golondrinas.
Ya de niño me preguntaba
a qué realidad
pertenecían, qué especie
de silencio redondo
confeccionaban con su pico,
qué vidrieras habían visto
y cómo era su vida en el aire indolente
que reposaba estático entre aquellos ábsides,
qué armonía forjaban las campanas
en sus oídos barnizados
de tiernos zureos.
Imaginaba sus peregrinajes
a las playas, la calidad allí
de su invernal silencio.
Y quería que se quedasen
bañando los caminos del colegio,
los senderos a las higueras,
la vereda hacia la Virgen.
Quería que fueran
la ternura de otras tardes como ésta:
un niño en el balcón, oro candente
que cae sobre la calle, olvidada de carros
y de juegos ingenuos,
y entonces
el repentino resplandor
de sus cuerpos lanzados,
agudo mágico de un órgano
entre el tedio infantil
de una siesta onerosa, interminable.