Tuesday, June 19, 2012



pies mojados-
el sabor de los nísperos
tras la tormenta


Esta tarde ha caído una tromba increíble en Albacete, daba miedo tanta furia de viento, agua y granizo. La biblioteca se ha anegado, en los depósitos había dos palmos de agua, mis compañeros desplegaban periódicos en el hall, empuñaban los mochos. Todo el mundo echaba una mano, desde el ordenanza hasta el guardia jurado, y por supuesto todos los bibliotecarios.
Al salir, un par de horas después, en el jardín trasero había nísperos en el suelo.

Saturday, June 09, 2012

CELEBRADOR Y SECRETO




CELEBRADOR Y SECRETO

Ángel Aguilar (Caudete, 1958) forma parte del grupo de poetas de La Confitería, en el que se asocian nueve autores albaceteños de la generación del 90. Varios de ellos se han consagrado en el último lustro al cultivo del haiku, estrofa en la que la ciudad manchega se considera una auténtica sucursal de Japón. Entre los confiteros convertidos en jaiyines está Aguilar que, sin embargo, no ha abandonado el verso tradicional, como demuestra este poemario, aparecido una década después del anterior, El libro del agua. La lentitud en la publicación suele considerarse un síntoma de depuración y de calidad, incluso en un poeta que publica en editoriales provinciales y con una aparente falta de ambición de trascender. El libro del agua lo editó la Diputación de Albacete, que había editado también el anterior poemario de Aguilar, Alas más grandes que el nido. Esta nueva entrega ve la luz en Que vayan ellos, una editorial provincial que tampoco distribuye fuera del territorio albaceteño. Qué injusta puede ser la suerte de un poeta de provincias dotado para más altas metas. Ajeno a estas vicisitudes, Aguilar regresa más fiel que nunca a sus características, las de un poeta celebrador de la vida y del amor, que se abraza a la naturaleza y la carne hasta fundirse y desaparecer en ellas, en medio de un paroxismo liberador. Un poeta místico, al estilo de santa Teresa, hasta en el uso de antítesis y paradojas para enfatizar su entrega. Maneras de deshacerse contiene Serenidad, para muchos un poema emblemático de amor, celebrado en antologías, y que no recuerdo que haya sido publicado antes en libro exento. También Dulce orilla o Derviche, poemas panteístas a la manera de Aleixandre: «siento el embudo del infinito, el abrazo de la espiral, el vertimiento loco de nuestros cuerpos…». Dividido en dos partes, la primera ofrece una continuación de los versos apasionados del libro anterior, en donde la entrega a la naturaleza libera de todos los infortunios: "Contemplo el mar y sé / que cuando me sumerja / habrá unanimidad y pureza en cada ola / y seré absuelto". En la segunda parte, más irregular, destacan piezas más narrativas y elegiacas, que abordan la intensidad de una manera nueva en el estilo del autor. También algunas probaturas y poemas menores con los que juega a hacernos creer que la vida es un juego, que el arte es largo y además no importa. Condenado a ser poeta de culto, para bien o para mal, no creo que se deshaga, pero tampoco que se arrepienta el buen lector que se tope con un ejemplar de este poemario.



ARTURO TENDERO