Wednesday, December 06, 2006

MI INFANCIA EN AQUEL PARQUE

Mi figura helada y suspendida
entonces no sobresaltaba
todo el sueño atrasado que el mundo
dormía en aquel parque.
Cruzándolo vivía
el vía crucis de hojas otoñales,
y su ansia de rocío, de reposo.
Cuántas veces cogí, como amuleto contra el día
que me esperaba en el colegio,
las nervaduras de podridas hojas,
trenzadas con bellísimos cendales
donde quedaba aquello que robaba la soledad
al niño ajardinado y denso.
Me veía traslúcido,
las semillas tan claras
asentadas fuera de mí,
en el futuro, floreciendo.

Ah, recordarme así, inexplicable,
sumergido en íntimas boreales,
perdido, aventado en misterios,
sólo, embelesado, sólo,
otoñando casi constantemente,
con un fuego de nápalm en los labios,
y en los ojos, en las manos
un incendio.

3 comments:

Anonymous said...

Ya se sabe: "Do que non se pode falar, o mellor é calar"

CARONTE said...

No crezcas POETA, sigue viviendo en ese maravilloso jardín.

Con la edad todo empieza a oler a podrido; allí seguro que sigue oliendo a verde, a tierra mojada.


Salud.

Anonymous said...

Hermoso poema. Me gusta especialmente el contraste que se produce entre las brumas del otoño y el fuego que porta el niño aquel.
Sólo una cuestión; el napalm, ¿no es excesivo en el contexto del poema?